El árbol de la Cruz
"Cruz fiel, árbol único
y el más noble de todos:
ningún bosque produce árbol semejante
en hojas, en flores o en semillas.
Dulce leño que sostiene los dulces clavos
y el dulce peso (de Cristo).
Canta, lengua, la victoria
de aquel glorioso combate,
y sobre el trofeo de la cruz,
cuenta cómo el Redentor de mundo,
inmolándose, alcanzó
tan noble triunfo.
Cruz fiel, árbol único
y el más noble de todos:
ningún bosque produce árbol semejante
en hojas, en flores o en semillas..
El Creador, condolido del engaño
que sufrió el primer hombre
cuando, al morder el fruto envenenado,
cayó en poder de la muerte,
eligió él mismo un leño
para sanar los daños del (primer) leño.
Dulce leño que sostiene los dulces clavos
y el dulce peso (de Cristo).
Ablándate, madero, tronco abrupto
de duro corazón y fibra inerte;
doblégate a este peso y esta muerte
que cuelga de tus ramas como un fruto.
Tú, solo entre los árboles,
crecido para tender a Cristo en tu regazo;
tú, el arca que nos salva;
tú, el abrazo de Dios con los verdugos del Ungido."
Himno Crux Fidelis
“El árbol de la Cruz”, obra de 70x62 cm, pintada en acuarela a pincel seco y lápiz de color.
Me ha gustado mucho poder hacer esta obra ya que es la primera vez que hago un Cristo, y es la primera vez que represento al Señor de manera figurativa. Mayoritariamente, mis obras siempre hablan de Dios, al menos Él es el que me guía. No siempre sale Él “directamente” sino de forma sutil, es decir, sale en la naturaleza y en los espacios vacíos, como el Creador, y en las personas del Padre y el Espíritu Santo (toda aquella atmósfera o entorno blanco que habita en mis cuadros como brisa suave y sutil). Así, es la primera vez que sale en mi obra la segunda Persona de la Trinidad.
¿Qué me ha inspirado? No hace falta decir que el amor que siento por nuestro Redentor es la más grande inspiración para mí, y no es el amor que siento sino Él mismo es la principal fuente de inspiración. Al sentarme delante del cuadro ya pintado querría dejar que el propio cuadro hablara por sí solo...
Cristo es el centro y punto de atención de la obra. Es Él, desde la Cruz-Árbol, colgado, que atrae la mirada del espectador. Mi mano, guiada por mi corazón, deseaba representar la altitud del árbol y la centralidad del Cristo. Y así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así también el Hijo del hombre tiene que ser levantado, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. (Jn 3, 13-17).
Cuando empecé a plantear y esbozar lo que sería ahora el cuadro, tenía muy claro que la “Cruz” tenía que ser “el árbol de la Cruz”. pues veo tanto fruto en la Cruz! Es el árbol que da la Vida, de la Cruz salen los frutos más sabrosos que ningún otro árbol en el mundo podría dar. ¿Cómo no representar esto? ¿Cómo no decirlo a todo el mundo? Tronco que sale de la tierra y como “tierra” que es se secará y se morirá, pero Jesús le da Vida. Si, Él da vida a todo aquello que tiene muerte.
Mirad el árbol de la cruz, en que estuvo clavada la salvación del mundo. Venid a adorarlo. El himno del Viernes Santo es un canto de alabanza a esta maravillosa Cruz... La Cruz no es un palo clavado en el suelo, es el árbol que da fruto, fruto de santidad para toda la humanidad. Recuerda al árbol que aparece en el Génesis, del cual Adán y Eva comieron el fruto y pecaron. El árbol en el que está clavado Jesús se convierte en instrumento de reconciliación divina, madero de salvación.
Es por eso que he querido representar el árbol de la Cruz. La Cruz está, sale del árbol, es Árbol, es Cruz. Me gusta ver la victoria de este árbol... parecía morir pero en lo alto de éste hay hojas, han nacido flores. Flores blancas, símbolo de la pureza de Aquel a quien coronan. Si, es como una corona bellísima para dar gloria al Rey de reyes.
Una vez el espectador ha visto al que es Centro y Único protagonista del cuadro, Jesús, y después el árbol, los ojos van bajando hasta llegar al suelo, de dónde sale el árbol, y más allá las montañas y el horizonte. El suelo, las hierbas, la arena, el barro, y también las flores que salen son tema frecuente en mi obra. Supongo que hablan de “lo humano”, aquello que nace, vive y muere. Lo terrenal. La palabra humano viene del latín “humus” que quiere decir tierra. Me gusta mucho recordar que soy polvo, soy nada, y que es Jesús quien me diviniza y vuelve divino todo lo humano que hay en nosotros, también la tierra que Él pisa! Oh tierra! Como alfombra real, dejas que el Rey camine, ponga sus Santos pies en ti para que te haga digna de tan Altísimo Creador!